6 de febrero de 2012

¿Pueden los británicos amar la monarquía más allá de Isabel II?

A pesar de sus prometedores inicios, el reinado de Isabel II no ha estado exento de problemas. Tuvo que decir adiós al imperio reunido por sus antecesores, desde Kenia a Hong Kong, aunque sigue siendo la jefa de Estado de 16 países y encabeza la Commnwealth. Su matrimonio con un príncipe griego se ha mantenido sólido, pero los de su hermana, hija y dos de sus hijos han sido fracasos públicos.

El 40 aniversario de su llegada al trono fue el año que calificó de "annus horribilis", después de que los matrimonios de tres de sus cuatro hijos se hundieran y se produjera un incendio en su residencia del Castillo de Windsor.

La muerte de la princesa Diana, divorciada de su hijo mayor y heredero Carlos, en 1997, empeoró aún más la imagen pública de la familia. Pero aunque sus hijos y otros miembros de la familia real han acaparado portadas de los medios con frecuencia, llevando a algunos a calificarla de la "la familia más disfuncional de Reino Unido", la reina se ha mantenido digna y responsable.

Las actitudes cambiantes en la sociedad y los bochornos ocasionales no han supuesto retos serios para una línea real que se remonta a Guillermo el Conquistador en 1066. Incluso los republicanos más convencidos creen que la reverencia hacia la reina supone que hay pocas posibilidades de cambiar el status quo.

Apoyada por una operación mediática más profesional y sofisticada, la reputación de la familia real no sólo se ha recuperado de los días oscuros de los 90, sino que ha llegado a nuevas cotas.

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